Los cuentos nos han llevado a lugares inimaginables para nuestras mentes limitadas por el concreto y el alumbrado público. Y esa imaginación que va creciendo a partir de la experiencia reunida por todos los relatos escuchados, es la misma que también se enjaula por creer que la magia no existe y que los finales felices son meros inventos de la industria –aunque eso no es del todo falso-.